domingo, 10 de octubre de 2010

Ceniceros que rebosan

-Tranquila pequeña, voy a cuidar de ti. Ya no tienes de que preocuparte, a partir de ahora sólo te pasarán cosas normales- Y la abrazó paternalmente.

Ella, que no concebía nada más repugnante que la normalidad se dejó abrazar. Acto seguido deslizó sus manos bajo sus pantalones. Acababa de descubrir que no era el tipo de hombres con el que fumar cigarrillos a medias bajo el cielo de Santiago. No había más magia que mantener, no hacía falta esperar más. Quería follarselo inmediatamente para poder pasar a otra cosa cuanto antes.

Otro cigarro? Y una colilla.