lunes, 8 de diciembre de 2008

¡Ay! Si murieras... (dedicado a Chinito y Huidobro)

Hombre, este cuerpo está habitado por tus ojos
prologándose el aire de paloma en paloma
mientras te persigue mi canto embrujado
como esta efigie fiel y nostálgica, dadora de infinito.

¿Qué batallas libras en este espacio?
¿Qué astro luminoso no te permite continuar en la huida?
Son acaso las lanzas de luz entre Plutón y Marte
que pasean tu virtud cerca del bosque de los sue os.

Estas allí en tu torre de frio
queriendo encender el recuerdo para abrigar tu exilio,
o quemar la presencia de mis largas cabelleras
rozando estos labios marinos.

Te pregunto:
¿Hablan por mi acaso las piedras
o el redondo de las nubes sobre pájaros sin cielo?
¿Habla por mí el arroyo desértico?

He aquí entonces una estrella que pasa
dejando al cielo con instintos de inmortales,
pero lejos de tu aura, todo es mortal.
Sólo el que piensa en ti tiene sabor a eternidad.

Pero, qué importa ese enigma resplandeciente.
Qué importa ese temor en las aras del vacío.
Qué importa cual nombre lleves
o la voluntad del azar a la cual representes.

Te pregunto otra vez:
¿A cuál sirena dejas escapar con toda su alma?
¿Qué faro en la neblina busca a quien salvar?
Porque si tu murieras,
¡Ay! Si murieras...

Tu voz se haría impero en el espacio
y esa estrella cuál lámpara encendida
perdería su rumbo...
Y de mí ¿Qué sería en el universo?