viernes, 17 de octubre de 2008

Demasiados cigarros.

No podía dejar de fumar, encendía un cigarrillo tras otro compulsivamente; necesitaba tener sus manos ocupadas en algo que no fuese recorrer su cuerpo pensando en él. Inundaba su boca con el repugnante sabor a tabaco para borrar los rastros de saliva de C.Trataba de olvidarlo pero era imposible. C. estaba en todas partes, en las sabanas, en las paredes, en el vaso de agua que siempre tiraba al suelo, en la extra a postura que adoptaba su pie derecho cuando se masturbaba pensando en él. Y en el espejo, donde había dejado sus ojos para observarla cada mañana.Con la mirada perdida dejaba entrar y salir el humo de sus pulmones, tratando de asimilar el estremecimiento de tocar su piel con el placer puramente físico de expulsar el humo. Besarlo era bien distinto, tan sólo comparable a los sueños en los que caes por un precipicio o a bajar desde la cuarta planta en los ascensores exteriores de cristal del Museo Reina Sofía en los que se encontraba ahora. Putas leyes cívicas que no dejan fumar en los ascensores. Desde los cristales sus ojos la observaban atentamente. Se podía decir que era C. quien se la fumaba a ella.

lunes, 6 de octubre de 2008

Su vida por un solo disparo.

Sabía que jamás entraría en su mundo. Estaba allí, a mi lado, observando atenta el cuadro, callada. Compartíamos el tiempo, pero nada más. Era consciente de que por su cabeza pasaban miles de ideas, la imaginación le bombardeaba la mente, y yo me moría por un solo disparo. Estaba enamorado de todo lo que intuía en ella, más que de lo que conocía. La abrazaba con fuerza, para estar cerca, y tratar de escuchar el alboroto de su interior, pero tan sólo me llegaban
susurros.Nunca llegaría a vivir las cosas con la intensidad que ella lo hacía, y la odiaba por ello. A veces sentía que no la quería, sino que quería ser ella. Me gustaba formar parte de su vida, porque de alguna manera formaba parte de ella. Quería estar en sus labios cuando encendía un cigarrillo, quería ser el pelo que le daba en la cara cuando hacía viento. Quería estar en su risa, en su llanto, en su desesperación, en su agonía; ser el gemido de su orgasmo.No podía perdonarle su egoísmo al guardarse su mundo. La muy imbécil pensaba que estaba a su lado por ella, no sería capaz de entender que era la vida que había en su interior lo que me ataba a su ser. Si pudiera la mataría, liberaría a su esencia de ese cuerpo incapaz de expresar todo lo que tiene dentro, de esos ojos que tanto esconden.

jueves, 2 de octubre de 2008

El centro de gravedad de tu ombligo

He descubierto que el mundo acaba en tu ombligo.
Más allá no hay nada,sólo huecos llenos de besos,
sólo ausencias de caricias.

De tu mano no me da miedo lanzarme
al vacío de tus ojos,
ni al azul de tus palabras.

Tu voz resonando en mi cabeza me abraza.
Las sabanas aún calientes,
te hechan de menos,son más sentimentales que yo.

El hueco que has dejado en mi cama
me hace compañía.

Sé que no puedes quedarte,
lanzarse al vacío es una cosa,
arriesgarme a quererte otra bien distinta.

Cierra la puerta al salir,
no vaya a ser que te dé por volver.